
Cómo pueden las aerolíneas latinoamericanas seguir siendo competitivas y ágiles en medio del aumento de los costes, la presión fiscal y la lentitud de la inversión en infraestructuras. Perspectiva de Edson Bezerra, Business Developer de Ink- Américas, Brasil.
La reciente aprobación por el Tribunal Superior de Brasil de un Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) del 26,5% sobre los billetes de avión ha provocado una oleada de inquietud, no sólo dentro de las fronteras del país, sino en toda América Latina. Aunque su aplicación aún está pendiente, la medida pone de manifiesto la fragilidad del ecosistema aéreo de la región. La IATA advierte que podría reducir la demanda hasta en un 30%, elevando las tarifas y erosionando la accesibilidad en una de las regiones geográficamente más extensas y socialmente más interconectadas del mundo.
Más que una decisión fiscal nacional, la sentencia del IVA subraya la tensión más general entre las estrategias de ingresos estatales y la viabilidad del sector de la aviación. También plantea una cuestión fundamental para la región: ¿Cómo puede la aviación latinoamericana mantener el crecimiento y la asequibilidad mientras navega por un complejo panorama económico y normativo?
Presión política frente a oportunidad estratégica
Es mucho lo que está en juego. A medida que las compañías aéreas mundiales exploran las rutas del sur para reequilibrar la congestión este-oeste, América Latina se encuentra en una posición única para convertirse en un corredor estratégico para la conectividad internacional. Sin embargo, para hacer realidad este potencial, el sector debe responder a limitaciones estructurales que van mucho más allá de cualquier impuesto individual.
Entre ellos: el aumento de los costes operativos, la limitada inversión pública en infraestructuras, la adopción digital fragmentada y la evolución de las expectativas de los pasajeros. Son retos que no se resolverán de la noche a la mañana, pero que pueden gestionarse con las estrategias, las alianzas y la mentalidad adecuadas.
Y lo que es más importante, las ganancias más inmediatas pueden no venir de esperar a una reforma política, sino de recalibrar cómo operan las aerolíneas en el clima actual.
Repensar las infraestructuras
Aunque los operadores no influyen en los códigos fiscales ni en las sentencias judiciales, sí pueden remodelar sus estructuras de costes y sus marcos de toma de decisiones. De hecho, una de las pocas palancas que aún controlan plenamente es la eficiencia, la capacidad de hacer más con menos, adaptarse más rápido y replantearse los modelos heredados en una era de demanda fluida y márgenes ajustados.
Aquí es donde la innovación adquiere protagonismo, sobre todo en los sistemas móviles y modulares.
En muchos países de América Latina, la aviación sigue siendo uno de los únicos modos de transporte viables a través de vastas geografías. Sólo por eso, la movilidad debe considerarse no sólo un servicio, sino una infraestructura esencial. Y como cualquier infraestructura, debe evolucionar.
Los sistemas mobile-first permiten a las aerolíneas gestionar la facturación, el procesamiento del equipaje e incluso la entrega remota de maletas con un mínimo de hardware o infraestructura fija. Esta agilidad permite agilizar los tiempos de entrega, descentralizar las operaciones en tierra y ajustar mejor los costes a la demanda de los pasajeros, sobre todo en aeropuertos regionales o secundarios.
Para las aerolíneas de bajo coste y los operadores modestos, las soluciones móviles ofrecen una vía para escalar eficientemente, dar servicio a nuevas rutas sin grandes gastos de capital y mantener la flexibilidad de precios incluso bajo presión fiscal.
La economía de la flexibilidad
El transporte aéreo es sensible a las variaciones de precios, sobre todo en América Latina, donde la renta disponible es menor y la aviación compite a menudo con el transporte terrestre de larga distancia. Cualquier aumento del precio de los billetes, independientemente de su origen, corre el riesgo de expulsar a los viajeros del mercado. La consiguiente caída de los factores de ocupación no sólo presiona la rentabilidad, sino que también debilita la viabilidad de las rutas, sobre todo para las ciudades regionales y secundarias.
En este entorno, la flexibilidad es una estrategia económica. Las aerolíneas que puedan ajustar su capacidad, redirigir sus recursos y ampliar sus servicios con menores costes fijos estarán mejor posicionadas para absorber los impactos fiscales sin repercutirlos por completo en los pasajeros.
Navegar por la incertidumbre
En última instancia, el caso del IVA brasileño ilustra no sólo el riesgo de la fiscalidad, sino también la necesidad de resiliencia ante la incertidumbre. La formulación de políticas seguirá siendo impredecible en una región marcada por ciclos políticos, cambios macroeconómicos y desigualdades estructurales. Dentro de esta complejidad se encuentra la oportunidad de liderar, no a través de la promoción de políticas, sino a través de opciones operativas orientadas al futuro.
Para la aviación latinoamericana, la oportunidad consiste ahora en definir la agilidad a escala. Esto significa crear sistemas que tengan en cuenta los costes, pero que no se vean comprometidos, diseñar procesos que puedan adaptarse a nuevas normativas, tecnologías o comportamientos de los pasajeros de forma rápida e inteligente, y fomentar una cultura que no considere la interrupción como una amenaza, sino como un parámetro de diseño.
En este sentido, la verdadera ventaja competitiva puede no venir de presionar para que bajen los impuestos o de esperar a que mejoren las infraestructuras, sino de replantearse lo que significa ser una aerolínea moderna en una región que aún está escribiendo su próximo capítulo en materia de conectividad aérea.


